HORAS (y 3)

    Dos semanitas hablando de cómo médimos el paso del tiempo (nunca pensé que podría dar para tanto).
    Esta semana quería dar tres pinceladas de cómo sentimos el paso del tiempo.



    La primera pincelada.
    La sensación de cómo se pasa el tiempo es completamente diferente para cada uno. Sin embargo parece ser que todos sentimos que de pequeños el tiempo se nos hace gigante y se va empequeñeciendo con el avance de la vida. Recuerdo la sensación de niño de las vacaciones de verano como un continente enorme el cual explorar y cómo la vuelta al colegio como si las futuras vacaciones no pudiera estar en el horizonte. Nada que ver con las vacaciones de estos últimos años (y eso que tengo vacaciones de profesor), que desde el primer día está apunto de terminar.
    Para ello tengo una hipótesis (para que se ponga a estudiarlo el sicólogo que tenga tiempo): sentimos el paso del tiempo como fracciones de la vida ya vivida. Es decir. A los 7 años, 365 días suponen un 14% de tu vida. A los 48 años supone un 2% y obviamente no es lo mismo.


    La segunda pincelada.
    La otra sensación, me temo que demasiado compartida es... Es algo así como que tengo un montón de cosas por hacer, cuanto más corro para hacerlas más aumenta las tareas pendientes, más corro, más me preocupo. Me falta tiempo, me falta aire, o no se bien si tiempo para respirar. No soy nada consciente del paso de tiempo. Ni tiempo tengo para ser consciente. Hasta que un mínimo paréntesis (si no es un paréntesis obligado por el estresazo que te tienes encima) te da tiempo a preguntarte qué coños estoy haciendo. Se me está yendo la vida como el agua que quiero retener entre las manos... depres, derrumbes y bla, bla, bla.


    Más oídas que por vividas, algunas recomendaciones.
    No te equivoques con "vivir el día", "que me quiten lo bailao", "el futuro no existe" y otras memeces. El tiempo que dedicamos a lo cabo del día es básicamente para hacer tareas rutinarias. Por tanto, lo más importante: más te vale que te guste la vida que llevas y que estés contento con ello: trabajo, familia, dónde vives... de lo contrario lo llevas bien jodido, chaval.
    Otra recomendación: para de vez en cuando y celebra. Haz paréntesis en tu acontecer día a día. Y sobre todo aseguraté que tienes con quien celebrar: los cumpleaños, los nacimientos, las bodas, las muertes, las comidas entre amigos, las reuniones familiares, la llegada del buen tiempo, la llegada del mal tiempo, los aniversarios de todo tipo, los patrones de tu municipio o de tu oficio... Alejate de los cenizos que no le gustan ni las navidades, ni los bautizos, ni las fiestas de la oficina, ni los cumpleaños... ponlos en cuarentena y mucho ojo, que se pega como la lepra.
    Penultima recomendación: el ratín de tranquilidad, de lectura de poemas, de oración, de respiración profunda, de meditación, musiquilla alentadora o incluso pelín melancólica,... en el menú hay mucho donde elegir, cada uno que tome lo que más le guste.




    Y última. Puede ir acompañada de la anterior. Salva esos momentos brillantes de intenso placer. En la mayoría de los casos son momentos más idealizados que reales, pero todos los tenemos. El mío se dibuja como una mañanita de invierno frío, en mi cuartito, con la estufita y la bata, a primera hora de la mañana, desayunando tranquilito un café con leche bien calentito, tranquilito y alargándolo antes de dar el salto y arreglarme para ir al trabajo.
    ¿Esto ayuda a retener el tiempo? ¡NI DE COÑA! Se te va igual, pero al menos lo vas sintiendo y algunas veces hasta lo disfrutas. Perdonen el pesimismo, pero creo que a estas alturas no se puede aspirar a mas.


    La tercera pincelada.
    Se vive con la mayor o menor consciencia de que el tiempo se acaba. Que todos sabemos cómo acaba esto. Y no queda otra.
    Ante ello... ¡Bueno, mira! ante ello, lo mejor que se me ocurre, es dejar el tema para otro día.


    Felíz sábado, sabadete... se me comporten
    Saturnino

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