AMORES DEL DESIERTO


    Hola grandiosos amigos de este blog,

    Espero que todas las mujeres hayan celebrado su día llenas de satisfacción, y muy orgullosas de pertenecer al sexo femenino. Hoy les traigo una entradita inusual. Se trata de unas cartas que por casualidad cayeron en mis manos...cartas de amor rescatadas de las mismas arenas del desierto. Increíble pensar en ese tipo de intercambios usando rollos de papiros. Aquí se las dejo.



    Carta de Nefertari a Ramses II
    Amado Faraón, Hijo de Ra,

    Ya han pasado numerosos días desde que penetraste el desierto con tus hombres, para iniciar la batalla. Te imagino entre el polvo y las armas, delante de tu ejército, infundiéndoles el valor que necesitan para derrotar a los Hititas. Mi Rey Guerrero, cuanto deseo estar a tu lado en el ocaso de cada campaña, para ofrecerte mis cuidados e intensos ejercicios amorosos, tras los cuales puedas hallar el descanso pleno y la energía suficiente para presentarte renovado ante tu enemigo. Te extraño. Los días se me hacen bastos, cuento los soles que nos separan, la arena me trae tu olor y tu imagen.

    Toda esta distancia sería insoportable sin las diligentes horas que ocupo en apoyar tu contienda. Me entrego, como es preciso hacer, a frecuentes ceremonias religiosas, con la ayuda de nuestros sacerdotes, para que los Dioses te acompañen siempre y le den fortaleza sobrenatural a tu brazo. Me afano en los asuntos de Egipto, los cuales han seguido su marcha, de acuerdo a tu voluntad divina: Los constructores de Abu Simbel continúan su labor, la fertilidad del Nilo ha humectado los campos, y ya se divisan los primeros retoños de trigo, lino y cebada. La pesca ha sido abundante.

    El pueblo entero espera pacientemente tu llegada para celebrar la victoria, y yo, para juntar los linos que ciñen nuestros cuerpos, contemplar tu piel dorada en la penumbra y ofrendarte besos más dulces y apetecibles, que las uvas que maduran en nuestro huerto.

    Nefertari.


    Carta de Ramses II a Nefertari

    Gran Esposa Real,

    Me alegra mucho saber que Egipto quedó en manos tan firmes y entrañables; de esa manera puedo concentrarme en su protección, al lado de mi feroz león y de mis tropas. Hemos recorrido el desierto y aún nos quedan dunas que cruzar. El enemigo nos aguarda a lo lejos, con sus armas afiladas. Confío en el poder que me otorgan los Dioses, pero no me fio de los hombres, que me juran lealtad, más la cobardía los hace retroceder.

    Por las noches no dejo de evocar tu imagen, a mis ojos, la más bella de todas. No hay mujer en Egipto que se halle por encima de ti. Yo, proclamado Hijo del Sol, quiero que todos lo sepan, los vivos y los muertos. Es por ello que te haré un encargo. Escribiré en un papiro, lo que quiero que se lea en la entrada de tu pequeño templo en Abu Simbel; será un decreto real, el cual harás llegar a los encargados de la obra. Deberá ser algo propio de la reina más excelsa que ha tenido Egipto, aquella, por la que brilla el Sol. No temas la distancia, pues nos une el amor a nuestro pueblo y a nuestras tierras, las cuales hemos heredado de los Dioses que nos acompañan en la lucha por su bienestar. Ahora se oye el clamor de la contienda, ya habrá tiempo para el placer.

    Ramsés II.

    Esperándo que hayan disfrutado de mi humilde inspiración,

    MARTINA

Total Pageviews